25 agosto 2008

A cagar!



Hay veces que me encuentro con individuos a los que me apetecería abofetear a grito de "Pero tú eres tonto o qué te pasa?!". Más a menudo de lo que me gustaría, en muchas situaciones de lo más diverso. Pero hoy quiero centrarme en la falta de delicadeza que tienen algunos cabrones que te puedes encontrar en el cuarto de baño de un restaurante.

Me ha pasado muchas veces, por ejemplo el viernes pasado. Estaba cenando con unos amigos en un restaurante, que me gustó bastante, por cierto, cuando antes de traerme el segundo plato, me entraron ganas de ir al lavabo, a cagar, concretamente. Pues nada, me encamino al lavabo y veo que tiene las dos únicas cosas que necesito para hacer lo que quería hacer, papel y pestillo (he protagonizado odiseas épicas debido a la falta de uno o los dos de esos elementos, pero eso es otra historia). Como suponía, debido a que el restaurante era un sitio serio y no un antro de mala muerte, todo estaba perfecto y limpísimo. Qué bien.

Hago lo que tengo que hacer y, cuando estoy acabando, oigo que alguien entra al cuarto de baño, empuja mi puerta y al notar que está cerrada, deja de empujar. Ok. Acabo, me subo los pantalones, me pongo el cinturón y espero unos segundos antes de tirar de la cadena. Salgo... y mis temores se hacen realidad cuando veo que el tío que había intentado entrar está ahí plantado esperando con cara de gilipollas.

Joder! Yo si voy a entrar a un lavabo y está ocupado, me vuelvo a mi mesa unos minutos como mínimo, primero porque no quiero comerme la peste a mierda del que hay dentro y, sobretodo, porque no quiero pasar por ese momento violento de verle la cara a un paisano que acaba de desahogarse y que me mira en plan "joder, lo que te vas a comer cuando entres". Pues no, el tío ve que el lavabo está ocupado y se espera ahí tan tranquilo. Sólo hay una palabra para definir un comportamiento como ese: HIJODEPUTA.

Pero los hay peores, sí, los hay que son HIJOS DE LA GRAN PUTA. Porque lo que contaba antes ya he dicho que me ha pasado muchas veces, pero lo que voy a contar ahora sólo me ha pasado una vez y espero que no me vuelva a pasar en la vida. Lo cuento sólo a modo de terapia para ver si contarlo me ayuda a superar este trauma.

Hace cosa de un año, estaba también cenando con unos amigos en un restaurante cuando me entraron ganas de ir al lavabo, a cagar, sí... si alguien está pensado "pues si que caga este pavo" está en lo cierto, cago más que José Coronado con sobredosis de yogures. Total, que me voy al lavabo. La puerta era una cosa rara, porque parecía una puerta normal, pero era corredera, y había una pequeña flecha dibujada que te lo decía, "corredera", pero si no la veías, cosa bastante normal, tu primer gesto era abrirla hacia adentro. Y como hacia adentro no se abría, pues ya te dabas cuenta y veías la flechita, "ah, coño, que es corredera", y la abrías y punto. Una vez dentro, el cuarto era bastante grande, con el retrete a unos tres metros de la puerta. Ok. Eché el pestillo, me senté e hice lo que tenía que hacer.

De nuevo, cuando estaba acabando, alguien intenta abrir la puerta, hacia adentro. No se abre, primero porque la puerta es corredera y segundo porque estaba el pestillo. Hay gente que en esa situación dice "Ocupado!!". Yo no creí necesario decirlo, joder, ya ves que está cerrado, no? Pues desde ese día, lo digo. Porque el tío vuelve a darle un buen empujón a la puerta para abrirla, y no lo consigue. Y yo pensando "sí, dale, dale, que es corredera, gilipollas". Pues el tío le mete un viaje a la puerta que hace que salte el pestillo y contemplo a cámara lenta como se empieza a abrir la puerta. Durante lo que a mí me parecieron años, me abalanzo hacia la puerta (con los pantalones en los tobillos) gritando "EeeeEEeeEeeeeeEEEEhhhHH!!!!!!!". El tío me mira asustado, dice "Uy, perdón!" y se pira.

Vuelvo a echar el pestillo, hundido en la más profunda humillación que pueda sentir un ser humano, maldigo a ese pedazo de engendro y a sus muertos más recientes, y me vuelvo a sentar en el retrete para terminar la faena. Se une a mi mosqueo el hecho de que el cabrón además resulta llevar un flequillo de moderno popero y unas gafas de pasta como marcan sus canones, o sea, un individuo al que ya abofetearía en una situación normal. Para acabarlo de rematar, su vocecilla era como de castrati. Tanto la voz como la pinta no me cuadraban con las ostias de orco que le había arreado a la puta puerta corredera, pero bueno.

Cuando voy a salir del lavabo, pienso "espero que encima este hijodeputa no esté ahora en la puerta esperando". Bingo. El muy bastardo, maldita sea su descendencia por los siglos de los siglos, estaba ahí esperando como si nada, con una cara de tonto que daban ganas de abofetear la cara de su madre con una zapatilla. Qué cojones pretendía quedándose ahí? Humillarme más aún? Que le aplaudiese? Vigilar que no viniese otro orco a tirar abajo la puerta? Me lo quedé mirando con una cara en la que podía leerse "Quiero acuchillar todo aquello por lo que sientas aprecio en esta vida, montón de mierda", y me volví a mi mesa sin acabar de creerme lo que me había pasado, reviviendo una y otra vez en mi cabeza el momento.

Me arrepiento un montón de no haber agarrado al gusano gafapasta ese y darle un puñetazo in da face. Ahora lo cuento y casi resulta gracioso, pero os aseguro que en ese momento me jodió muchísimo.

Ya lo decía Makinavaja, siempre tiene que haber un gilipollas.